Ayer visité el Museo de la Catedral de León. Que es como visitar casi todos los pueblos de la provincia, a través de su museo diocesano. Este museo nació como un sanatorio para los objetos de arte, - sobre todo religioso -, que hace unos años (en los sesenta-setenta del siglo pasado) estaban atacados. En lo físico por la carcoma, por la herrumbre, por la mutilación... Y en lo ideal, por la ignorancia, la dejadez y/o el desprecio. Y además en peligro de expolio, en el que muchos sucumbieron. Aunque nada más sea por haber sido un sanatorio, hay que reconocer el beneficio de este Museo Diocesano. Y por seguir siendo hoy escaparate.
Entre las muchas sorpresas agradables, me encontré con una de Cifuentes de Rueda. En la llamada Zona 2 del Museo hay varias Salas de Tejidos. Casi todos "damascos": tela fuerte de seda o lana, con dibujos formados con el tejido y cuyo brillo los distingue del fondo. Casi todos dedicados a las vestimentas ceremoniales eclesiásticas: casullas, estolas, cíngulos, capas, dalmáticas, capas pluviales... Todo un boato.
Por ejemplo: la Capa Pluvial la llevan los sacerdotes y/o diáconos en los actos de culto divino y tiene su origen en la romana lacerna, con la cual se confundía hasta el punto de servir en un primer momento las propias capas de príncipes o magnates que después se ofrecían al culto. Como esta prenda empezó a llevarse en las procesiones, fuera de los templos y se empleó para protegerse de la lluvia y del frío, se llamó pluvial en Italia, nombre que se ha conservado hasta hoy en el lenguaje eclesiástico.
La capa pluvial empezó a utilizarse en la liturgia por sacerdotes y cantores en el siglo X y servía no sólo en las procesiones sino también para ciertos actos del coro y otras ceremonias. Desde el siglo XI ha tenido siempre la misma forma que en la actualidad habiendo variado tan sólo el capuchón y las bandas o tiras delanteras. Estas consistían durante los primeros siglos en una orla estrecha pero desde el siglo XIII ésta se ensancha notablemente, admitiendo bordados con imaginería convirtiéndose así mismo el boche metálico o fíbula que desde el principio sirvió para cerrar la capa en el pecho en elegante adorno. En cuanto al capuchón de que estaban dotadas las primeras capas, apenas sí llegó a servir para su objeto más allá del siglo XI pues en el XIII era más bien una pieza decorativa y en el XIII se convirtió en un paño triangular colocado en la parte superior de la espalda para transformarse en una especie de escudo desde el siglo XIV. Este escudo toma la forma ojival por la parte inferior y se va agrandando sucesivamente hasta que ya muy entrado el siglo XVI se redondea y acaba por invadir la región central del vestido. En todo momento a lo largo de la historia, suele adornarse con flecos y bordados. Y se conoce también por el nombre de capillo.
Detalle de capa pluvial, que lleva capillo o escudo en la espalda. Capillo bordado sobre seda roja con hilos de oro de diversas torsiones y aplicados en distintas puntadas. Las hojas y flores bordadas en punto de llama con sedas multicolores.
En una vitrina de una de las salas me saltó la sorpresa: "Capillo de seda del siglo XVI, de Cifuentes de Rueda", decía un cartelito. Ya sabéis que en los Museos no se pueden sacar fotos (con máquina). Pero yo voy a intentar "revelaros", de mis ojos a los vuestros, la sorpresa: El capillo está aislado, fuera de la capa. Su motivo es un Cristo Resucitado, sentado en un trono en actitud de bendición, con su mano derecha; mientras con su mano izquierda sostiene una bola, coronada por la cruz. Las huellas de los clavos se notan un poco todavía, en las manos del Cristo; pero la corona de espinas ha dejado paso a una aureola de gloria y de victoria. Todo en unos colores suaves.
(este es otro ejemplo de capillo, no el de Cifuentes)
Otro día os contaré las sorpresas que atesora este Museo: de La Seca (mi pueblo natal), San Miguel de Escalada, Gradefes, Cabanillas, Villanofar... etc. etc.@