La cosechadora, uno de sus últimos juguetitos.
Francis, o “Lobo”, eso sí, un
lobo con piel de cordero y corazón de elefante.
Una gran persona, UN GRAN AMIGO, un gran vecino, humilde y trabajador,
generoso. Raro sería encontrar quién hablara mal de él, bueno, quizás la
competencia, y aun así lo dudo, pues entre los ramos de flores que hoy adornaban
su féretro había alguno de otras marcas de tractores, su gran pasión; y su
trabajo. Y ya es suerte que tu pasión se convierta en tu trabajo, siempre le he
puesto de ejemplo en esto. Recuerdo perfectamente, desde antes de la
adolescencia, el trapicheo de revistas
John Deere (la única que existiría hace treinta años) que él, mi hermano, y
alguno más, tenían. Se las aprendían como si fueran cromos de futbol, sabían
todas las novedades en maquinaria, y aunque con otros medios, aún lo han
seguido haciendo hasta hace nada. Eso
hará muy difícil que en Valtra, actual trabajo, el tractor favorito de
Cifuentes, y de todos los vecinos jóvenes del pueblo (gracias a él), encuentren
un mejor vendedor, relaciones públicas o lo que quiera que tuviese que hacer de
la marca. Y no es que tuviera que inventarse métodos de venta, simplemente podría detallar cada una de las
cualidades de las máquinas que vendía con la sinceridad y pasión que su trabajo
le provocaba, para hacer que un cliente se hiciera fiel a él para siempre,
estoy seguro!
Y esa afición le llevó a tener
maquetas, incluso tener el capricho de comprar algún pequeño juguetito, como la
cosechadora de la foto. Esa que le emocionaba enseñar, y a la que se subían los
más pequeños del pueblo. Y que hacían que su tiempo libre estuviera lleno de
más juguetes de los suyos.
Porque sin duda, su pueblo y su
familia fueron sus otras dos grandes pasiones. Con sus cuarenta y nueve años
fue cultivando la amistad en las diferentes generaciones que en el pueblo ha
habido, y todas, y digo bien, TODAS, le
recordamos con cariño. En algún momento nos ha llevado o traído de fiesta,
hemos compartido charlas en la plaza, el Teleclub o delante de su casa. Siempre
alegre, siempre entusiasta. Hacía verdaderas kilometradas por estar en
Cifuentes desde puntos insospechados donde su trabajo le llevaba. Volvía a su
pueblo, con su gente.
En realidad desde pequeños fuimos
vecinos, él era mayor, como un primo al
que admiras, gran deportista, siempre sonriente y muy bueno. Ese tipo de
personas que bendecidas por un don son queridas por los demás, que a todos caen
bien, sin esforzarse ni pretenderlo. Además con la suerte de tener su casa
abierta a todos, y además la extensión de su huerta donde todos íbamos. Donde
él y su hermana hacían casetas de madera entre los árboles. Y recuerdo una
ventana de madera que había entre la parte de atrás de nuestra casas, donde
estaban los pajares. Era un ventanuco de madera como a tres metros del suelo,
que comunicaba su “lastra” con nuestro pajar de mano (desde el suelo, sin dos
alturas), y solamente cuando estaba lleno de alpacas podíamos utilizarla para
pasar de un lado a otro, ¡qué aventura!
Su padre y su madre humildes y generosos con los
demás como no conozco, y que aún hoy, siguen practicando esas cualidades. Sin
duda espero que este duro golpe aún les deje fuerza para seguir adelante. Y su
hermana, a la que quería y mimaba. Mucho ánimo a los tres, sé que lo
necesitaréis. Vuestros vecinos os quieren con locura, dejaos ayudar y
acompañar.
Como muy bien dijo su prima
Lourdes al final de su funeral, cuídales, a los tuyos especialmente, desde
donde estés y acuérdate de todos los que te queríamos y apreciábamos, como
nosotros seguiremos recordándote.
Buen viaje, Francis.