sábado, 18 de abril de 2009

Como en casa

Cuando se viaja, ya sea lejos o cerca, el caso es cambiar lo que habitualmemte te rodea, se sienten a menudo muchas sensaciones que te ayudan a entender mejor el mundo. Este es uno de los motivos por el cual dicen que viajar es una de las mejores escuelas de la vida. Consigue en los viajeros más tolerancia, más conocimientos, más transigencia, pero también más ganas de viajar. Este es el factor negativo, porque a veces el tiempo y el dinero te limitan las posibilidades. Me voy por los cerros de Úbeda.
Pero también al viajar recuerdas cosas que has vivido, y a menudo hay en lugares que te sientes "como en casa". Esto sucede cuando por algún pueblo de toda Castilla te encuentras rodeado de adobe, teja y madera, elementos fundamentales de nuestra arquitectura más tradicional. La calidez visual de estos materiales es indudable, su acogedora visión, y casi las ganas que te entran de tocar sus paredes, sus texturas,... es incomparable (esto es muy personal, claro).
Estos materiales de los que están construidos la mayor parte de los pueblos, incluido el mío, Cifuentes, eran los más baratos y de fácil acceso. Aunque también hay que decir que hoy hay materiales más accesibles, sobre todo por la comodidad de no tener que hacerlos, como antes sucedía. No me voy a meter en comparaciones, pues no soy técnico en la materia ni pretendo serlo.
El caso es que eran los vecinos de los pueblos los que se encargaban de hacer los adobes, y como si de una "hacendera" se tratara, se juntaban familias enteras y amigos para la realización de los mismos, previos a la construcción de casas o pajares. Los árboles ya tenían que haber sido talados en su tiempo para que la madera estuviera seca y los ladrillos encargados a los numerosos tejeros o reaprovechados de alguna casa, cuadra o pajar que se caía (nunca se tira nada, madres y abuelas siguen al pie de la letra esta máxima).
Así las zonas de mejor barro para la fabricación de ladrillos siguen hoy con el nombre de "Barriales" de los que hay en todos los pueblos. A este barro se le añadía paja, y agua, y como si de una masa pastelera se tratara, se amasaba y se dejaba en los moldes pertinentes. El horno era el sol, que los secaba y los dejaba listos para la construcción, barato, barato.
Hoy en día está casi en desuso está técnica, y este material, y únicamente unos pocos se dedican a hacer pequeñas construcciones para las que suelen utilizar adobes de otras que se caen. Es una pena, pues el adobe es un material de lo más noble y aislante.
El frío que todos hemos pasado en las casas de este material, sobre todo se debe a no tener calefacción, pero cuando más se nota su aislamiento es en el verano, cuando los rigores del calor aprietan y se siente la frescura entre sus paredes.
Como colofón un video de fotos de Cifuentes de Rueda, en las que sobre todo predomina el adobe, para que lo acariciéis con vuestros sentidos.




A seguir bien. Y sed felices!

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