jueves, 25 de marzo de 2010

EL CAMINO DE LA VIDA...



Como cada año, a principio del otoño, la pareja de golondrinas que había elegido por hogar el alero en el monasterio de San Miguel de Escalada abandonaba las tierras del Esla.
Seguía las huellas del Sur, del calor para su invierno, de las rutas que otras aves y otros pueblos como los romanos y árabes hicieron de Norte a Sur o viceversa, de la península ibérica. Ese año pudo ver como sobrevolando la Vía de la Plata, habían quedado territorios desiertos, pueblos abandonados o maltrechos. Sí, sin duda había sido otra de esas batallas de los humanos por ver qué cultura era la mejor, imponiendo la del fuerte o más luchador frente al más debilitado. Estas cosas siempre producían en la pareja de golondrinas gran tristeza, porque aunque teniendo gran aprecio a los humanos, por el respeto que mostraban hacia ellas, no podía entender como no hacían lo mismo con los de su especie.
Así pues las esperaba un invierno triste, tras los acontecimientos en el camino, y los recuerdos que éste les había dejado en sus mentes. El cálido tiempo del norte de África repondría energías para en primavera regresar a su tan querido hogar veraniego, aquel que adoraban para cada año realizar su casa y criar a sus polluelos. Lleno de mosquitos en la ribera, y con el cariño de lo conocido.
Como cada año regresaron en primavera, pero ese año la vuelta les reprodujo los tristes acontecimientos del camino. Llegaron de nuevo al alerón del tejado de San Miguel de Escalada, y como cada año reconstruyeron su nido con pequeñas piedrecitas y barro muy bien gestionado, al igual que los hacedores de adobes. Crearon su nido y pronto ya estaban incubando los huevos.
Esos huevos pronto se transformaron en pequeñas golondrinas que un día sus progenitores enseñaron a volar y a atrapar los mosquitos y moscas circundantes, los lugares con más insectos, como las ovejas en su siesta o las aguas de un charco, presa o río.
Pero pronto empezaron con alguna de esas preguntas a las que los padres siempre tienen la paciencia de responder. Y un día tras haber escuchado a sus padres como hablaban de lo vivido en sus migraciones estacionales uno de las pequeñas golondrinas preguntó:
- ¿Cómo es que habéis elegido este lugar y no otro para vuestra vida veraniega?
La madre y el padre se miraron, y aunque nunca se habían planteado dicha pregunta, la respuesta surgió de forma espontánea:
- La verdad es que es un lugar que nos encanta, está lleno de belleza, cerca de un río, los hombres que aquí viven nos tratan muy bien y, lo más importante, tiene una mezcla de sentimientos y rasgos entre diferentes culturas y lugares, lo que hace que nos sintamos en casa, pero una casa que igual podría estar en África que en España.
Por supuesto la respuesta hizo que las delicias de la pequeña cría, pues unos de sus mayores miedos era el viaje otoñal a un lugar desconocido, que por lo visto no lo era tanto, pues había mucho de lo que conocí en su destino.
Desde ese momento la golondrina supo que su destino sería ese y no otro.

Al igual que a muchos nos gusta visitar varias veces al año ese lugar que unos llaman Priorato, otros monasterio, otros iglesia, pero que sobre todo es algo nuestro, y es la más clara expresión de una mezcla de culturas que son las que nos han forjado desde nuestros orígenes.

(Cuento para el evento de facebook, cuentos de San Miguel de Escalada, pero que muy bien se acopla al espíritu de este blog, no? y en honor a las golondrinas que sobre el saliente posaron para la foto)
Un abrazo a todos

1 comentario:

A. Escalada dijo...

No me importa repetir aquí lo dicho en Facebookk, porque es verdad. Y bien grande:
"Gracias, Pablo. El cuento es inmenso. Como la foto. Las golondrinas están ahí, casi sin estar, casi sin verse, casi sin hablar, chisporreteando...
Nosotros somos golondrinas, de un verano, de unos cuantos veranos. Pero lo grande es nuestro Priorato. Lo inmenso es nuestra vida; la vida y el camino.
Un abrazo muy grande".
...

Mapa de visitantes