martes, 25 de diciembre de 2007

LOS RIGORES DEL INVIERNO

He llegado al pueblo por Navidad, como todos los años desde que vivo fuera, y muchos recuerdos asaltan mi mente. No va a ser ésto algo entrañable y navideño, que para eso ya se nos abarrota cada día el correo de mil e-mails llenos de amor y buenos deseos, y me ahorro comentarios, pues para gustos están los colores.
Yo sólo quería hablar de mi experiencia vital, que creo que es la de muchos de los habitantes de pequeños pueblos como el nuestro, CIFUENTES.

Y lo primero que te sorprende al bajar del coche es que sigue haciendo ese frío recio que tanto ha marcado nuestra personalidad. Esos inviernos que hemos vivido y que duraban casi desde que terminaba el verano y hasta el siguiente. Las heladas empezaban, y empiezan a finales de octubre y ya no terminan hasta finales de abril. Hombre, siempre se libra algún año y ese, comemos cerezas, manzanas y todo tipo de frutas.

Las casas, que hoy en día en su mayoría han cambiado, no tenían calefacción, ni dobles ventanas, y por lo general solamente contaban con una "cocina económica"
o una lumbre en la cocina: lugar de reunión a la fuerza, porque además de no haber televisión, tampoco se aguantaría en otro lugar que no fuera el centro oficial de reuniones, comidas, juegos de cartas, etc: LA COCINA. Allí nos acercabamos todos a calentarnos las manos al entrar en casa. Poníamos las zapatillas de estar en casa o también llamadas, y bien llamadas de "invierno", a calentar, y éstas servían para salir a la calle, e ir a la cuadra, siempre que fueran dentro de las madreñas. Y es que ya desde pequeños nuestros abuelos nos compraban unas a medida. Me río yo de los tacones altos, eso si que eran equilibrios...

Ahora sí, el momento más duro era desde luego el de ir a la cama. Esas sábanas que estaban más frías que el frigorífico, ¡qué duro!. Pero siempre había una solución. Primero fueron los ladrillos envueltos en tela. Y después llegaron las maravillosas bolsas de agua caliente. Servían para que tus pies no se helaran durante la noche, y la cama no estubiera tan fría. Por cierto, menuda cama: dos o tres mantas de esas de las del Val de San Lorenzo(cobertores), que una vez que te las echabas encima, no había quien se moviera. Además del colchón de lana, sobre el que hacías un nido con tu cuerpo y del que era difícil de salir. ¡Qué tiempos!

Aún y así los días los pasábamos la mar de bien. Sobre todo me acuerdo de las épocas de vacaciones, cuando éramos más: los del pueblo y todos los nietos e hijos de personas que habían emigrado, como hemos hecho la mayoría. En estos días tan fríos nos dedicábamos a buscar charcos helados en los que patinar, o si la helada había sido muy grande íbamos al río, nosotros en concreto al de Nava o "Riacho" a ver si podía con nuestros pequeños cuerpos la capa de hielo. Como no solía ser así, nos liábamos a pedradas a ver quién hacía el agujero más grande y al final siempre llegábamos con una buena muojadura en busca de la reprimenda oportuna en casa.

De aquella no se conocia el goretex, era la lana y los guantes y gorros pasados de generación o tejidos por abuelas o madres las que nos ayudaban a no pasar tanto frío.

Y por supuesto nos gustaba encontrar chupiteles, chuparlos y cuando nevaba hacer muñecos y guerras de bolas, aunque éstas eran las menos de las veces( a pesar de la nevada de un mensaje un poco más abajo).

Y es que los inviernos siguen siendo así, pero claro con calefacción y ropa térmica.

Y de mi cabeza hoy sólo salieron recuerdos, espero haberlos evocado en la tuya.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pablo después de leerte creo que estás evocando los recuerdo de los que ya se han ido , de los que estamos y de los que vendrán. Está pero que muy bien y así entre nosotros y como halago tu eres demasiado joven para haber sufrido estos rigores del tiempo. Recuerdo a tu padre sacando agua de las ruedas grandes del tractor para que no se congelasen y reventasen.
sigue deleitándonos con tus escritos.
un fuerte abrazo. NIDES

Anónimo dijo...

Gracias Pablo, es precioso lo que has escrito, recuerdo todo lo que cuentas, salvo el frio, ahora necesitamos todas las comodidades del mundo pero entonces no te importaban los ladrillos, ni las sábanas frías, ni que no hubiera goretex, lo único que queríamos es que nuestros padres nos "dejaran" en cifu las vacaciones y disfrutar de la libertad que en la ciudad no teníamos. Fuimos muy afortunados. Gracias por este rincón y hasta pronto

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